A orillas del Cantábrico la capital de Asturias, Gijón nos muestra una hermosa combinación de patrimonio monumental y urbanismo moderno. En la playa, su puerto deportivo nos delata la fuerte vinculación con el mar que desde siempre ha tenido esta ciudad.
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El Gijón de hoy….
La tradición marinera de esta ciudad, está patente en su barrio más popular de pescadores de Cimadevilla. El parque del cerro de Santa Catalina, donde se ubica Cimadevilla está coronado por la escultura de Eduardo Chillida, Elogio del Horizonte.
El palacio de Revillagigedo, que data del siglo XVIII, alberga un centro de arte internacional. Es contigua a la colegiata de San Juan Bautista, actualmente una sala de conciertos. Cerca de esta se encuentra el campanario del siglo XVI que acoge un museo sobre la ciudad.
El desarrollo de esta ciudad comenzó a partir del siglo XVI cuando los Reyes Católicos deciden instalar aquí un puerto. Luego vendría el impulso dado a estas tierras en tiempos de la Ilustración, principalmente gracias a Gaspar Melchor de Jovellanos.
Por todo esto y mucho más, Gijón ha sido finalista del programa EDEN (Destinos Europeos de Excelencia) de la Comisión Europea, en reconocimiento a su propuesta de turismo sostenible.
…y el de ayer
Pero además, importantes construcciones tienen su origen en el pasado de la ciudad como asentamiento romano. Un paseo por la ciudad y sus alrededores basta para descubrirnos vestigios latentes de esta cultura; Restos arqueológicos de villas señoriales con salones forrados de mosaicos, murallas infinitas y termas donde palpitaban hornos e hipocaustos. Todo ello nos trasladan a la roma de hace 2000 años.
El Parque arqueológico natural de la Campa Torres
La historia de Gijón y el recorrido de esta ruta se inician a 7 kilómetros al oeste de la ciudad en el parque arqueológico natural de la Campa Torres y su museo. Rodeado por los acantilados de cabo Torres, a 70 metros de altura.
El parque se recorre a pié cualquier día de la semana pues está abierto siempre. Se sigue un camino verde de 1,5 kilómetros que une el castro litoral (junto a la recepción y aparcamiento) el museo, el acantilado y el faro de 1923, señalizado todo con paneles informativos.
Al lado de este hay dos casitas que nos muestran como se vivía en aquella época; La astur, circular y con techo vegetal y la romana, cuadrada, de piedra e inmortal.
El Castro litoral astur romano de Noega
Allí, en lo más alto se encuentra el foso, contrafoso y la muralla del Castro litoral astur romano de Noega , un sitio espectacular, ideal para darse un paseo y sacar fotos. Allí vivieron en el siglo VI antes de Cristo los cilúrnigos, uno de los 22 pueblos originarios astur dedicados a la metalurgia. Este pueblo fue luego eliminado cuando llegaron los romanos a las costas de Gijón a principios del siglo I, llenando el puerto de sus naves y la ciudad de sus ingenios.
Quizás desde aquí fue desde donde divisaron los cilúrgios su fin, pues desde el castro se domina la ciudad de Gijón, las playas de Xivares, Perlora y Candás y el puerto El Musel.
A comienzos del siglo II los romanos se mudaron a Gegio o Gigio, el segundo Gijón y del primero no quedo apenas rastro.
Las murallas romanas de Gijón
En Gijón los romanos construyeron murallas a finales del siglo III y principios del IV. Tenían una altura de unos 4,6 metros y estaban flanqueadas por 16 torres semicirculares.
Rodeaban la península de Cimadevilla, la parte que corresponde al actual casco histórico de Gijón, salvo la parte que da al mar. Un total de 850 metros. El tramo mejor conservado lo observamos a 200 metros de las termas, en la plaza de Jovellanos.
Las termas de Campo Valdés
Junto a la playa de San Lorenzo al fondo podemos admirar con gesto protector la Estatua de Octavio Augusto y al lado las termas de Campo Valdés. Están situadas en la falda del cerro de Santa Catalina donde se fundó la ciudad romana que luego dio origen a Gijón.
Las termas fueron construidas en dos fases. La primera a finales del siglo I y la segunda a partir del primer tercio del siglo II.
Las termas, de tipo pompeyano-campano, que en su día fueron de uso público, están compuestas por 11 salas, dos con hipocausto-una especie de suelo radiante-. Tenían de todo; Vestuarios (apodyterium), sala de sudoración (sudatio), tres piscinas-una de agua fría (frigidarium) y dos de agua caliente (alveus) y templada (tepidarium)-, seis hornos y dos patios. Lo más curioso de estas termas es que la sala de sudoración conserva intacto el hipocausto de arquillos, por donde iba el vapor ardiente.
Y aquí sudaban en el baño señores y esclavos romanos, costumbre que fue inventada por los romanos y que luego copiaron los trucos con sus conocidos baños turcos. Luego a finales del siglo IV o principios del V las termas perdieron su función original y tuvieron distintos uso, vivienda, lugar de culto, necrópolis e incluso basurero.
La Villa señorial de Veranes
También había baños en la Villa de campo señorial de Veranes, una ruina apartada en la parroquia de Cenero.
Consta de dos partes diferenciadas. La primera es la zona residencial (pars urbana) donde vivía el señor, con los restos de una villa señorial campestre construida en el siglo IV (Bajo imperio) que estuvo en uso hasta el siglo V.
Destaca el dormitorio del señor con su hipocausto, el triclinium o comedor, que se usó en la Edad Media como templo y que remata en ábside y la sala de representación pavimentada con un gran mosaico polícromo.