La que es hoy una villa referente para degustar el mejor cochinillo, Arévalo, fue siglos atrás una de las poblaciones más importantes de Castilla. Ciudad bien amurallada y estratégicamente situada en un cruce de caminos entre dos ríos, Adaja y Arevalillo y lugar de paso del Camino de Santiago por la ruta del Levante.
Como la mayoría de poblaciones medievales, era una ciudad de mercados y ferias, donde convivían árabes, cristianos y judíos. Este mestizaje tiene su reflejo en su rica arquitectura mudéjar fabricada en ladrillo y repleta de formas geométricas, arquerías, ábsides…en sus iglesias, ermitas, puentes, torres..
Lo más recomendable es visitar la villa cuando se celebra Las Edades del Hombre, bajo el título Credo. Se celebra en tres enclaves estratégicos de la ciudad: las iglesias de Santa María, San Martín y San Salvador, mientras la Casa de los Sexmos ejerce de punto de información.
El 7 de julio, fiestas patronales de Arévalo, hay un tradicional desfiles de gigantes y cabezudos, concentraciones de peñas, conciertos, concurso de cortes, corridas de toros y encierros por las calles y campos del pueblo. También es buen momento para conocer Arévalo el 9 de febrero, cuando sacan a su patrona, la Virgen de las Angustias, muy vinculada a Isabel la Católica.
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Un recorrido por su historia
Para recorre su casco histórico, lo mejor es seguir la ruta marcada con ocho atriles. A través de ellos se explica la vida de de la reina más vinculada a este lugar, Isabel la Católica. Dos de ellos se encuentran en la Plaza de la Villa, centro histórico de la antigua villa. Un hermosísimo ejemplo de arquitectura popular castellana medieval, con soportales casi en su totalidad, dos iglesias, casas con entramados de madera y ladrillo.
Flanqueada frente al ayuntamiento se halla la Casa de los Sexmos y del Concejo, que incluye el Centro de Interpretación de la Naturaleza. Fue en la Casa de los Sexmos donde fue ratificado por los Reyes católicos el Tratado de Tordesillas de 1494. Cuenta además con tres majestuosas torres mudéjares; Las gemelas de San Martín y Santa María La Mayor, con ábside de varios pisos y arquerías ciegas y pinturas románicas en su interior.
El recorrido nos lleva también a la Plaza del Real, unida a la del Arrabal por el arco de Alcocer, que fue la puerta principal de la ciudad y que hoy acoge la Oficina de Turismo y el Museo del Cereal. Debe su nombre al palacio real que, fatalmente derruido, fue residencia de varios monarcas castellanos y de Isabel la Católica. La reina Isabel pasó su juventud, junto a su hermano Alfonso, su madre y su mejor amiga, Beatriz de Boadilla, en el palacio de los Trastámara, del que hoy en día solo queda un recuerdo de lo que fue durante el reinado de esta dinastía.
Desde este lugar, siguiendo el curso del río Adaja, se llega al Castillo de Arévalo, o de los Zúñiga, cuyos orígenes se remontan al siglo XV. La Torre del Homenaje es la parte más antigua de esta construcción que en el siglo XV fue retocada al más puro estilo mudéjar. Fue residencia real y prisión de personajes históricos, cementerio y silo y hoy está habilitada como sala de reuniones.
Por su parte, el Puente de Medina es una de las muestras más notables de la ingeniería medieval de estilo mudéjar y es notable tanto por sus dimensiones como por los pasadizos abovedados de su interior.
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Y por su gastronomía
Ya fuera del recinto amurallado se encuentra la plaza del Arrabal, centro comercial de Arévalo. En torno a la cual se concentran restaurantes donde degustar su productos más emblemático, el tostón. Sería imperdonable visitar Arévalo y no disfrutar de este manjar. El famoso tostón o cochinillo asado de Arévalo se parte con un plato al uso tradicional. También lo son los asados de cordero y cabrito, precedido de una sopa castellana o de legumbre de la Moraña.
Arévalo ha sido siempre una zona de gran tradición agrícola. Destaca la calidad sus garbanzos, de mayor tamaño que los de otras zonas de Castilla y León y de cocción muy tierna. Además, si visitas esta tierra en otoño, uno de sus manjares más característicos son los níscalos (Lactarius deliciosus), preparados de diversas formas en los bares y restaurantes de la ciudad.
Como postre, en Semana Santa, torrijas y rozneques (una masa azucarada y anisada que se fríe en forma de cilindros alargados o anillados).
También destacan las llamadas tortas del Veedor típicas de estas tierras. Los bollos de manteca acompañados del vino de cosecha. Las mantecadas hechas con receta de monja y harina candeal fina, y los llamados «jesuitas», pasteles de hojaldre rellenos de crema, son otros productos típicos de la repostería arevalense.
Aunque en otros tiempos Arévalo fue una zona productora de vinos, en la actualidad la pujanza de otras zonas vitivinicultoras cercanas han hecho que esta actividad se haya perdido. Aún así se conservan aún algunas de las antiguas bodegas, visibles muchas en las llamadas cuestas del río Arevalillo.
Otros lugares de interés en la comarca
Ermita de La Lugareja
La ermita está situada a dos kilómetros de Arévalo en dirección a Palacios Rubios. Está considerada como uno de los mejores exponentes del románico mudéjar. Perteneció a un antiguo convento cisterciense del que tan solo se conserva la cabecera de la iglesia con sus tres ábsides.