Altea, la luz del Mediterráneo y emblema de la Costa Blanca

Nada más acercarse con el coche por la carretera a Altea obtenemos una panorámica espectacular. Aupado sobre una colina se divisa el blanco casco antiguo de Altea y al fondo la monumental Sierra Bernia y el mar.

Altea es un emblemático pueblo mediterráneo, que hasta los años sesenta había mantenido una discreta población, y que en las últimas décadas la ha cuadriplicado. El turismo hizo que el pueblo, en otro tiempo hogar de pescadores, fuese poco a poco creciendo hacia las playas. Quizás haya sido su luz alba o sus playas blancas del más puro Mediterráneo, lo que han ejercido como un imán. El caso es que año tras año ha ido atrayendo admiradores, veraneantes y artistas.

La población se asienta sobre un cerro, cuya máxima altura corresponde al campanario y a la amplia bóveda de la iglesia parroquial dedicada a la Virgen del Consuelo, rematada por singulares y llamativas cúpulas de cerámica vidriada azul y blanca. Desde la plaza de esta iglesia puede contemplarse toda la comarca.

Altea es un lugar para visitar cualquier época del año, pero si tenemos que escoger una fecha en particular, quizás sea en agosto, cuando se celebran los fuegos artificiales del Castell de L’Olla, o finales de septiembre cuando se festejan los Moros y Cristianos.

La ciudad se encuentra a 58 kilómetros de Alicante por la N-332 o por la A-7 tomando la salida 64, en la bahía que se arquea entre el Peñón de Ifach y Benidorm. Más información…

Visitando la atractiva parte alta de la ciudad de Altea

Altea es un lugar con historia, una historia que ha dejado su huella. Recorrida antaño por pastores iberos y naves romanas, esta localidad vigía de los mares fue dominada por los árabes. Probablemente fueron estos últimos quienes le dieron nombre: Altea o Atalaya.

Aquí hay que pasear por las calles que rodean la iglesia, buscar las antiguas puertas de la muralla y subir por angostas y empinadas calles empedradas -como la Costera del Mestre la Música, con 255 escalones de oscura piedra de Les Quintanes- hasta el lugar en el que en su día estuvo el castillo junto a la parroquia del Consuelo con sus dos cúpulas azules de cerámica vidriada.

El Recinto amurallado

Desaparecido el castillo, de la muralla medieval de Altea-reforzada en el siglo XVIII-quedan en pie dos torres de vigía, la de la Galera y la de Bellaguarda, y dos de las puertas principales, el portal Nou y el Portal Vell.
Franqueando sus umbrales ascienden callejuelas empinadas bien empedradas hasta una acrópolis, donde en su día hubo un castillo y se alza la parroquia del Consuelo con sus resplandecientes cúpulas.
Los locales todavía llaman “la muralla” al mirador de la plaza, desde la que se ve el casco antiguo o fornet.

El Pueblo Antiguo (El Fornet)

El casco antiguo es un pueblo de casas blancas encaladas de sabor morisco, con flores en sus balcones. En su tiempo estuvieron protegidas por una sólida muralla.
De la plaza donde se encuentra la iglesia de Nuestra Señora del Consuelo descienden, entre las casas, angostas, calles empedradas y escalonadas. Llenas de pequeños miradores y glorietas con vistas panorámicas de toda la costa. Pasear por ellas y asomarse a sus miradores para disfrutar de unas magníficas es algo indescriptible.

Un lugar de pintores…

En su día el casco antiguo fue habitado por labradores y pescadores y sirvió como lugar de inspiración o de relax a numerosos artistas. Pintores como Antoni Miró, Benjamín Palencia, Benjamín Eberhard… De hecho, este último da nombre a la Fundación-Museo Eberhard Schlotter, creado en 1995 con el legado de Eberhard Schlotter y que reúne más de 1000 piezas que el artista alemán entregó como agradecimiento al pueblo de Altea.

Otro lugar de referencia es la facultad de Bellas Artes de la Universidad Miguel Hernández, la cual aloja un antiguo liceo.

Hoy, este lugar es el más “codiciado” de la población. Un espacio urbano tradicional donde abundan las galerías, los estudios de artistas, espacios expositivos y las tiendas y estudios de artesanía.

…y de escritores

También escritores, como Blasco Ibáñez, Alberti y otros, que ilustran calles y plazas. Y si había escritores también editores.

Altea es también el nombre de dos editoriales, una de ellas convoca el Premio Altea de Novela, cuyos galardones se entregan en el Palau Altea, un hermoso centro cultural en la subida a la colina con vistas al mar.

Disfrutando la parte baja de la ciudad …

El Carrer del Mar y el de Sant Pere se extienden paralelos hasta el puerto, el barrio de pescadores y la lonja, en la parte baja, donde se encuentra la calle comercial del Rey Jaime I.

El puerto mantiene una gran actividad pesquera y cada día se subastan las capturas del día. Capturas que se sirven en el concurrido paseo marítimo donde abren sus puertas coquetos restaurantes que por las noches sacan sus mesas y las alumbran con velas creando un ambiente de lo más sosegado y apetecible.

…y  de sus playas

Por el día, en cambio, lo que más apetece es disfrutar de algunos de sus seis kilómetros de playa, donde se alternan los cantos rodados con las pequeñas calas y acantilados. Como la de Roda, a los pies del pueblo, con la isleta emergiendo a unas cuantas brazadas. También destaca  la de Cap Negret, de guijarros negruzcos. La de la Olla, Mascarat o Cap Blanch, la más grande, que se une con la playa de Albir, en Alfaz del Pi, o la cala solitaria de la Barra.

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